Estoy enamorado. Perdón Cutti, pero me acaban de seducir, de conquistar, de enamorar.
Mi nuevo amor se llama
Big Eden, y va a sumarse la lista de películas que me conmueven. Ya se sabe. Ese tipo de películas que te tocan, te sensibilizan, te emocionan.
No es una película nueva. Para nada. Es del 2000. Había leído bastante sobre ella, y siempre cosas excelentes. Como últimamente estoy en una etapa de auto-afirmación de mi identidad, empecé a ver muchas películas gay. También a leer libros.
Big Eden estaba primera en mi lista. Lo bien que hice.
No fue fácil conseguirla. Ya lo había intentado, y ahora sólo logré encontrar una copia grabada de HBO, bajada por taringa. No me importa que no sea perfecta, es mí, la tengo y la pude ver. Recién. Acabo de terminarla. Y escribo esto aún afectado por la película. Si fuera por mí viviría en este estado.
Acá no habrá comentarios bestiales. No tengo la energía para tratar de ser gracioso. Quiero, simplemente transmitir algo.
La historia de la película es poco y nada, es trivial incluso. Un artista de Nueva York regresa a su pueblo natal para cuidar a su abuelo, que lo crió. Todo en el pueblo lo quieren. Se reencuentra con su mejor amigo del secundario, de quien siempre estuvo enamorado. Y también con otro ex compañero del colegio, muy tímido, ahora dueño del almacén del lugar. Pronto, un triángulo se forma entre los tres. Y qué triángulo. Cualquier novela mataría por tener uno que funcionara tan bien. ¿Alguna vez vieron una película, una serie, algo, donde querían que el progonista se quedara con los dos? ¿Dónde uno entiende por qué duda entre uno y otro?
El cine gay no es el subgénero más feliz de todos. Es barato, es demasiado amigo de los clichés, del exceso de diálogos. Grande fue mi sorpresa cuando no encontré nada de eso en
Big Eden. Lo que encontré fue una historia perfectamente narrada, personajes hermosos, con los que uno se identifica, a los que uno quiere... Parece tan fácil lograr algo así. La gente que lo logra, lo hace parecer tan fácil.
Los tres protagonistas actúan increíble. La química entre ellos es perfecta. La forma en que se cruzan, en que se miran, en que se hablan, las situaciones en que están... todo con un tono tan casual, tan tranquilo, tan humano y tan sensible. Acá hay corazón de sobra. Hay un alma. Algo que a demasiadas películas le falta.
¿Cómo puede ser que Thomas Bezucha luego dirigiera ese bodrio que fue
La joya de la familia? Todo está bien hecho acá. La última hora me tuvo en el borde del asiento. No podía soportar la espera hasta que llegara la resolución.
Películas como esta me hacen acordar por qué amo el cine como lo amo. Por qué, un día cuando tenía 15 años, decidí que quería dedicar mi vida a contar historias. Esa vez, salí de ver
Réquiem para un sueño absolutamente impactado. Y pensé: "Yo quiero causarle esto a alguien. Yo quiero tocar a alguien de esta manera. Quiero emocionarlo, hacerlos comprender algo que no habían comprendido, hacerlos ver el mundo de otra manera, hacerlo descubrir algo de sí mismo, como esta película acaba de hacerme a mí". No es poca cosa, lo sé. Es grandilocuente, y un poco arrogante. No sé si lo lograré. Pero sí hay gente que lo logra conmigo.
Big Eden lo logró.
Cuando pasan estas cosas me siento más vivo.