lunes, 1 de junio de 2009

Fuera de menú

Alguien como Benjamín Vicuña jamás saldría con alguien como Javier Cámara.

Hay categorías en el mundo. Hay, digamos, hindúes y suecos. Hay católicos y zulúes. Hay magos y científicos. Lo que no hay es "amor ciego". Sí, alguien muy lindo se puede enamorar de alguien no tan lindo. De alguien feo, incluso. Cosas más raras pasan. Pero aunque esto ocurriera... sería evidente. Claro. Visible. Obvio. "Hay un feo con un lindo", "el gordo debe tener guita", "el lindo lo está gateando", "el viejo se debe estar muriendo" sería lo que todos pensaríamos (y digo TODOS, no hay a quien no le llame la atención). Entonces, se cae de maduro que si to quiero que el mundo se crea que Benjamín Vicuña podría salir con Javier Cámara, habría que, al menos, mencionar sus diferencias físicas. No hacerse el tonto, y hacer como si nada.
Especialmente si el personaje de Javier Cámara es tan desagradable como lo presenta la película: amanerado a más no poder, histérico, pretencioso, malhumorado y padre abandónico (y lo peor de todo: abandonó a sus hijos, parecería, por comodidad, porque le complicaban la exploración de su sexualidad). Una mierda de persona, lo que se dice. Y sí, el personaje de Vicuña no es perfecto (no asumido de acá a la China), pero al menos su problema, su conflicto es más entendible: es jugador de fútbol. ¿Pero un cocinero gay con hijos? ¿Quién mierda se escandalizaría? (a parte de los trogloditas de siempre que vienen con la cosa gay).
En una línea: yo creo en el amor. Pero no creo en este.

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